07.05.2014

Posted on Actualizado enn

He de reconocer que los secamanos, en general, no me agradan; yo soy más de toalla tradicional. Entiendo que, en los baños públicos, mantener un stock constante de toallas limpias y secas sin robar, tiene su dificultad, por lo que asumo que busquen otras alternativas: esos rollos de papel-tela que haces girar me gustan y si tienen toallitas de papel me parece fenomenal; me apaño incluso con el rollo de papel higiénico, aunque siempre se te queden trozos adheridos por la humedad. Lo malo es cuando no hay ninguna de esas posibilidades y lo único que tienes para secarte las manos (aparte de los pantalones vaqueros y los rizos que Dios te dio) es el aparatejo ese de la pared que, si es de los medio-malos tiene un botón que le das (con el codo, que está seco, por si te da calambre) y sale aire y, si es de los malos-malos tiene un sensor que detecta tu necesidad y… no sale aire.

 

Y no sale, oye. Que a la señora de adelante le ha dejado sin gota de agua hasta los zapatos, pero a ti te tiene como a una gilipollas moviendo las manos como si intentaras cazar una mosca en las proximidades del agujero de salida de aire y nada. Es más, cuando ya te rindes y decides que te vas, es cuando empieza a funcionar ¡Ah, vale! Y le das otra oportunidad a resultas de la cual concluyes que la única manera de que el puñetero aparato cumpla su misión estriba en tener un pie apuntando permanentemente hacia la salida o las manos en ese preciso lugar en que el aire no te da ¡!

 

Vamos, que no; secamanos… para qué? Mejor que todo nos resbale: las gotas de agua de las manos y las de agua salada que a veces nos pasan entre las pestañas… Tener la piel seca tampoco es para tanto si el verano se acerca. Miércoles. Buenos días!

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