arquitectura

24.09.2014

Posted on Actualizado enn

Recordáis dónde nos quedamos ayer? El pueblo idílico, la princesa noruega desdichada que hizo lo mismo que James Dean (dejar un bonito cadáver), la asociación que propició que se construyera la capilla a San Olav… Hasta aquí la historia iba bien, no? Casi un cuento de hadas… Hasta que recorres un kilómetro y medio de camino de cabras para ir a ver el monumento y resulta ser un esperpento.

Madre del amor -a San Olav- hermoso!
En mi vida he visto edificio más feo.

Lo que pretende ser una fusión de la arquitectura noruega con el paisaje castellano se queda en un búnker horrendo estropeando la vista de un valle de sabinos y enebros. La dichosa construcción ya sería fea si fuera una caseta de obra, o unos baños químicos; parece que hubiera sido transportada allí por una tribu futurista alienígena para encerrar a una pandilla de zombis descarriados. Y el campanario? Si en lugar de minarete parece un pozo petrolífero oxidado! En serio. Da miedo.

Yo la visité una tarde que amenazaba tormenta y no se veía un alma en todo el paraje y aunque el tono era de cachondeo, al final, la mística del enclave, llamado Valle de los Lobos (que ya tiene nombre de peli de miedo) y la incongruencia de lo que estábamos viendo surtió su efecto. Para empezar gastrointestinal, que a mi madre y a mí nos ‘movió’ por dentro. Y para seguir anímico, que terminamos por sugestionarnos y casi huyendo cuando nos sentimos demasiado solas y demasiado lejos inspeccionando un búnker vikingo por unas ventanas pequeñas que no permitían saber qué había dentro.

Dentro, por cierto, dicen que cambia el asunto. Que es preciosa: de madera, espaciosa y llena de comodidades… Bien puede serlo, que en eso suelen lucirse los arquitectos estos de la escuela de la belleza interior. Yo sospecho que semejante despropósito no le gusta ni al noruego que lo eligió y que si la pobre Kristina levantara la cabeza, se volvía a morir del susto.

Y podéis pensar que yo peco, como siempre, de vehemente. Cierto. Pero ¡por favor! echadle un vistazo y me contáis cómo os queda el cuerpo. Miércoles y seguimos con más nubes que claros… Buenos días!

13.01.2014

Posted on Actualizado enn

El otro día me fui de excursión urbana al Ensanche de Vallecas. Quería ejercer de consumista compulsiva de súper-ofertas en un outlet que han abierto allí una cadena de supermercados que defiende que la calidad no tiene por que pagarse. Así es que me aferré a la línea 1 de metro como aquella que no se aburre de ver subir y bajar gente y, 19 paradas después, allí donde se terminan los raíles, aterricé en ese territorio ignoto del ‘Ensanche’ para comprender, al primer golpe de vista, el porqué de su nombre: madrecita que pedazo de avenidas tan grandes ¡Ocho carriles del ala en el primer cruce! Afortunadamente los encontré desiertos porque pasar al otro lado, habiendo tráfico, puede llevarte toda la tarde.

El caso es que el barrio es amplio y cómodo; que con el metro no hay distancias (para los que tenemos callo en el transporte) y que todo huele a limpio y a nuevo. Es más, probablemente de aquí a 15 años adquiera su propio carácter, pero ahora mismo la sensación que da es la de haber llegado a alguna llanura manchega donde, por efecto de extrañas habichuelas mágicas, han brotado como champiñones una miríada de bloques de viviendas a cual con más carácter… Y es que los edificios del PAU tienen tela; algunos son muy interesantes, pero todos juntos y ordenados en descuidado desconcierto acaban pareciendo las pancartas de una manifestación radical pro arquitectura de vanguardia. Al menos a mi ojo inexperto…

13 de enero y 160° aniversario de la patente del acordeón, ergo día mundial de Los Pajaritos; una pena que sea lunes y no día de fiesta, por aquello de volar tú y yo cruzando el cielo azul y el ancho mar. Buenos días…