mamut

31.07.2014

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Ahora resulta que a mi congelador le ha dado por cometer incongruencias meteorológicas (meteoroilógicas más bien) y, cuando más aprieta el calor, más se enfría él; de tal forma que cuando lo abrí el otro día los cajones ya no eran tales, si no tres bloques de un iglú. Tal cual. Verídico. El congelador congelado.

 

Como piezas perfectas de la obra maestra de un arquitecto esquimal que son, no se menean. Usando el hielo como argamasa, se han solidificado de tal manera que he perdido la posibilidad de acceder a mi nevera. Ni tirando con todas mis ganas! El mayor triunfo conseguido ha sido un crujido y una lluvia de carámbanos que se dispersaron por el suelo, pero no se abrió ni tres milímetros ¡!

 

Por un lado estoy tranquila porque, si el mamut aquel que encontraron en Siberia aguantó 39.000 años en perfecto estado de conservación bajo el hielo, no creo que se me vayan a poner malos a mí mis filetitos de pollo, no? Pero por otro… coño! Que tengo hambre, tengo alimentos… y no puedo comérmelos!! No puedo ni acercarme a ellos!!!

 

Lo que más me jode del asunto es que, si yo descubro esto unos días antes, no me gasto un pastizal en regalarle a mi hermana un «baño ‘vip’ con osos marinos» en el Faunia. Hubiera cogido una piqueta, dejo salir a los pingüinos y le preparo una «ducha ‘fa’ con pájaros bobos» en mi casa: inigualable  ¡¡!!

 

En fin, escarmentad por mi cabeza a pájaros y mi estómago rugiente: el congelador, como el corazón, hay que abrirlo y ventilarlo de vez en cuando… Buenos días de jueves!

23.06.2014

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Nunca he entendido muy bien a la gente que siente pavor por las cucarachas, las arañas o las ratas. Cierto es que no son bichos que pequen de agradables, yo tampoco los tendría como mascota, pero mientras en su devenir vital no acaben -casualmente- paseándose por mi cuerpo, no me ofenden; las arañas incluso me parecen interesantes (obsérvese lo que una de ellas -mutante- le hizo a Peter Parker).

El caso es que ese gesto tan femenino de proferir un grito y subirse al respaldo de una silla cual artista circense, siempre me ha sido ajeno. Tiendo a considerar que si el bicho es más pequeño que yo -como es el caso- tengo todas las de ganar; otra cosa sería que quien apareciera sorpresivamente en el salón fuera un toro o un león, a los que un pisotón mío no pueda apabullarles… ahí ya veo más probable lo de gritar como una posesa y encaramarme al mueble más cercano, dando entonces la oportunidad al varón más próximo de demostrar por qué él cazaba mamuts mientras yo recolectaba semillas… pero, de momento, no se me ha planteado nunca esta circunstancia.

A lo que sí he tenido que enfrentarme en varias ocasiones es al único animal de tamaño reducido que me produce pesadillas: la carcoma. Esa larva inmunda que devora la madera y deja a los histéricos sin silla a la que trepar. Ver los agujeros que hace en los muebles me pone tan enferma como ver los que hace en la ropa el otro insecto de mi bestiario particular: la polilla. Estos devoradores de cosas que me pertenecen sí que me hacen gritar y no veo cazadores de mamut cerca que me intenten salvar de esas minucias ¡!

Otra semana que empieza en lunes… Alguien quiere gritar? Buenos días!!