siesta

16.12.2014

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Otra cosa que no le perdono ni a mis padres, ni a mis abuelos, ni a la época en que me tocó ser niña es, sin lugar a dudas, la puñetera «digestión».

 

Aunque la llegada del verano era (y sigue siendo) para mí un acontecimiento maravilloso, venía siempre acompañada de la peor de las amenazas fantasma: el corte de digestión. Los días cálidos traían las vacaciones, los baños, los helados, los juegos en la calle, la libertad en forma de playa y de pueblo… todo lo que necesitábamos los niños para vivir en el paraíso pero también, acechando desde las sombras de la calurosa hora de la siesta, el peor de los castigos: tener que guardar un mínimo de dos horas sin catar charco. No había manera de convencer a los adultos: ni me meto despacito, ni me meto rápido, ni más cuento que me invento. Reposo obligado de secano porque si no, te llevaba el peor de los cocos: se te cortaba la puñetera digestión. Y así la primera hora de la tarde se convertía en un infierno; los mayores dormían la siesta, veían el tour o charlaban un rato; pero para los niños la vida se nos iba en mirar aburridos las manillas del reloj, que se movían particularmente despacio…

 

Lo cojonudo es que ahora ese suplicio parece haber desaparecido! Mis hermanas (que son de estos tiempos modernos), ni han oído hablar de semejante posibilidad; se bañan sin miramiento cuando les parece oportuno y, por supuesto, nunca han sufrido corte alguno. Es más, el único que yo he tenido en mi vida fue por beber agua fría, no por meterme dentro.

 

Y con lo que me ha gustado siempre el agua y la cantidad de horas de ella que me he perdido… Es para tener un trauma o no?

Martes y van dos. Buenos días!

15.09.2014

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No tengo costumbre de dormir la siesta. No cabe en mi agenda diaria, ni me parece necesaria (una vez cumplida la edad adulta), así es que -durante 50 semanas al año- la omito. Pero cuando estoy en el pueblo, de vacaciones, se activa un código oculto en mi programación que me impele a echar, todos los días, necesariamente, una cabezadita después de comer [Os hago estas consideraciones previas para que entendáis que el estado mental en el retorno a la realidad está algo…disperso, quizás].

Bueno, pues en una de esas siestas estivales algo raro debí de soñar porque me desperté convencida de que la evolución humana lo estaba haciendo mal. Que deberíamos involucionar y volver a tener rabo. Sí, rabo, cola. De las de por detrás. Como un mandril o un personaje de Avatar. Que nuestra vida sería mucho mejor con una buena cola que nos permitiera un tercer miembro prensor. No? Imaginaros qué bendición para las incontables ocasiones en que nos faltan manos!

Y es que en muchos de mis sueños, yo vuelo. Pero no vuelo como Superman ni como un avión. Es más bien un vuelo corto, a poca distancia del suelo; de lo que deduje aquel día que quizás se trataba de tener un rabito con el que ir dándote impulso. Tipo: un pié aquí, el otro ahí, el rabo enganchado en la farola de allá y ¡zas! Cuatro metros en un solo paso!

Vamos que, francamente, sólo le veo ventajas al asunto. Y no me convencéis de lo contrario, que bastante lo intentó mi pobre amigo Fernando, destinatario aquella tarde de mis desvelos rabiles.

Lo dicho: pido involución. Quiero mi propio rabito (o rabón) y me salto del lunes al viernes de un empujón. Buenos días!!

15.11.2012

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Me cuesta hoy centrarme en que es jueves, en que es 15 de noviembre o en que la antigua Universidad Literaria de Granada cumpliría hoy 475 años, porque tengo la cabeza llena de mezquitas, globos y baklavas y no veo la pantalla del ordenador que tengo delante, si no la silueta de una gran cúpula rodeada de seis alminares…

Pero no puedo perder la ocasión de felicitar a “La 2” (la UHF cuando éramospequeños, acordaos), que hoy cumple 46 años de emisión realizando una poco reconocida labor social: la de inducir a la siesta a los afortunados que pueden echársela con esos documentales de animalitos de las cuatro de la tarde que nadie se explica como no se llevan los share de calle, si todo el mundo asegura que los ve… Ni que dieran puntos por seguir las andanzas de suricatos y armadillos, oye. El que se de el gustazo de dar la cabezadita después de comer que lo diga sin miedo, y a los que se les dé un ardite los quehaceres de la sabana africana, también. ¡Qué narices! A ver si de tanto querer aparentar que somos fabulosos, acabamos colapsando las líneas del Teléfono de la Esperanza, que -casualmente- lleva atendiendo desesperados desde el 15 de noviembre de 1971.

Por mi parte os doy los buenos días de hoy y de los próximos 8 días, que me escapo a tirar mis dados de la fortuna y a montarme mi propio documental allí donde Asia y Europa se juntan en una ciudad.

San Abibus de Edesa (que no San Airbus de Endesa, como he leído yo) Buenos, buenos, buenos…días!!!