leyenda

16.12.2016

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Doctor, déjela ahí. No puede hacer nada por ella. Su frente abrasa como el fuego y mire su aspecto: lleva una espada en el cinturón ¡una espada! Y sus manos aferran con fuerza esa extraña copa… Vamos, hay otros que requieren nuestra atención. ¡Vamos!

El día había amanecido gris, como solía en esa época del año. Las nubes parecían descender durante la noche, como vándalos etéreos que vinieran del mar a robar las cosechas y no se disipaban hasta mitad de la mañana, cuando el sol tomaba la suficiente fuerza para convencerlas.

Aalis llevaba ya un rato en pie cuando la primera luz se filtró por la puerta. Se tomó unos segundos de descanso para llevar sus manos a la parte de atrás de la cintura, enderezarse despacio y echar un vistazo fuera. La calle empezaba a cobrar vida ante sus ojos: canteros arreando sus cargadas carretas, frailes camino de los oficios, mercaderes trasladando sus mercancías hacia el mercado… El inicio de un nuevo día en una ciudad que estaba creciendo.

Desde que el Duque Guillermo se había establecido allí, Caen era otra; con nuevas murallas, un hondo foso que les protegía y un castillo imponente coronando la colina. Parecía que soplaban buenos aires para Normandía. Tras el reconocimiento papal del matrimonio de los duques, se habían iniciado simultáneamente las obras de dos abadías: la de los caballeros, en honor a Saint-Étienne por Guillermo y la de las Damas que honraba a la Santísima Trinidad por Matilde. Para los demás, que vivían a medio camino entre uno y otro monasterio, pero distaban de ser santos ni vírgenes ni gozaban tampoco de las prebendas del clero ni de la nobleza, el resultado de tal explosión arquitectónica, había sido un comercio floreciente y el subsiguiente y bienvenido engrosamiento de la bolsa que portaban en la cintura.

Así era al menos para la mayoría. Para Aalis, en concreto, ni siquiera suponía gozar de unas libras extras para darse capricho alguno; no podía permitírselo. En realidad era un buen lugar para una mujer aún joven como ella, pero para una que no tuviera que trabajar hasta la extenuación cada día y pudiera dedicarse a embellecer su rostro con afeites, adornar sus manos con alhajas y ceñir el jubón bajo su pecho para que la camisa se viera más abultada. Para una mujer, en definitiva, que pudiera poner sus afanes en desposarse con cierta fortuna, no para una que tuviera que amasar -literalmente- la suya.

La moza del pan -como solían llamarla- sabía más de hogazas que de holganzas: única hija del panadero viudo que abastecía al burgo, no conocía los regocijos asociados a las damas de alta cuna ni las bondades de la vida campesina. Su lozanía se estaba marchitando a la par que sus carnes prietas y su espesa cabellera entre una hornada y otra. Doblando el lomo para trabajar la masa desde antes del alba, cuando su padre traía las harinas de la molienda y encargándose de la casa en la parte trasera cuando ya no quedaban ni ganas, ni obleas, ni nadie a quien venderlas.

No es que su padre fuera deliberadamente desconsiderado con ella, es que la vida se le había torcido tanto como los huesos de sus manos y sus piernas. Desde que la madre de Aalis falleciera siendo ésta una chiquilla, la gota saturnina que le atacaba se había hecho manifiesta, truncando el acceso a la maestría del panadero y alejando por la misma senda sus posibilidades de lograr aprendiz, esposa o sosiego. Acercándolo en cambio al tortuoso camino del que no sabe más que beber vino y echar el día en la taberna, apostando a los dados más monedas de las que debiera.

Arruinado el hombre así en oficio y carácter y sin sobrarle salud ni caudales, Aalis, que se crió con pocas carantoñas pero muchos redaños, se hizo cargo de casi todo el trabajo. Tampoco es que le culpara; sabía que había amado a su madre con devoción sincera, y no era malo con ella. Descuidado, dolorido y desdichado; crédulo y algo corto de sesera, pero malo no era.

En cualquier caso, de nada valían a estas alturas lamentaciones ni reproches. No ahora que la negra suerte de la panadera había mudado a buena. La tarde anterior, cuando se disponía a cerrar ya sus puertas y recoger a su padre de las malas artes de la posadera, entró un apuesto caballero a verla. Aalis se quedó de piedra, porque no era usual entablar conversación con semejante espécimen para ella que, todo lo más, se las veía a veces con la soldadesca.

El joven -alto, rubio, de frente alta, mandíbula decidida, mirada traviesa y actitud a juego con ella- entró con la cota de malla algo deslucida pero la deslumbrante sonrisa puesta. Depositó sobre Aalis su azul mirada, sobre el mostrador una moneda y en el aromático aire de la estancia, su historia… Hijo bastardo de un señor del Languedoc, había sido nombrado caballero en la última contienda; más por su valor y las artimañas maternas que por su hacienda, pues carecía casi por completo de rentas que le sostuvieran. Al parecer, ser hidalgo en categoría de advenedizo no le hubiera supuesto merma alguna de su dicha, si no hubiera aparecido en su destino Margot, la hija de un señor vecino también de Ocitania que, sin vergüenza lo confesaba, se había adueñado de su corazón, sus pensamientos y hasta su alma. Al padre de la susodicha, por contra, tales virtudes románticas no le parecían en absoluto meritorias sin tierras que las respaldaran, por lo que Bertram -que así se llamaba el locuaz caballero- se había embarcado en una aventura singular que le proporcionara los méritos necesarios para optar por su amada. Y estas curiosas circunstancias eran la causa de su presencia ante la panadera, que a estas alturas del relato le miraba entre cansada y desinteresada, al perder toda aspiración romántica.

Al notar Bertram que su introducción a la explicación había sido quizá demasiado extensa, terminó por resumirle el motivo de su visita. Hasta sus manos había llegado, por oscuros cauces que a su locuacidad no le pareció menester relatar, una hermosa espada labrada en el más fino de los metales. No era un arma al uso. La filigrana de su empuñadura representaba una suerte de paisaje y, a lo largo de su filo, se distinguía un intrincado grabado de letras que para Aalis era una maraña compleja, pues desconocía el arte de la escritura. Bertram le explicó que era una espada de leyenda, que era la llave de un misterio, el mapa de un tesoro; se decía era la clave para llegar donde nadie había llegado jamás. Miró el refulgente filo y recitó de memoria:

«Aquel que requiera huir del presente de esta manera,
deberá encontrar el camino por encima del espino,
hasta el aciago lago que no refleja el fuego.

Ofrecerá al manantial la sangre por la espada derramada y llevará hasta su boca la bendecida copa, que trocará por otro día sus afanes y su valentía.

Tal es el poder de este conjuro que quien lo resuelva logrará lo que nunca tuvo ninguno».

Las palabras se quedaron unos segundos de más suspendidas en el aire que los separaba. Después, Aalis recuperó la capacidad de respirar y Bertram la gracia de hablar. El muchacho había cruzado Francia entera desenredando la madeja de tal trabalenguas: desde Carcasona hasta el Monte Saint Michel y de allí a Caen, hasta dar con ella. Ya tenía el resto de las piezas. Sólo le restaba encontrar el «aciago lago» que aparecía en el texto y representado en la empuñadura y, según había descubierto, su localización era un secreto conocido únicamente por las mujeres de la estirpe de Aragonia que lo transmitía de generación en generación y, precisamente, terminaba en la madre de la panadera.

Aalis miró el bello rostro del caballero y sintió pena. Le explicó que no podía ayudarle: su madre había fallecido siendo niña ella y jamás le había hablado de tal leyenda. Todo lo más que podía ofrecerle era un pastel por su moneda y, tal vez, examinar la espada por si le levantara algún velo de la memoria, que las palabras no desentrañaran.

Bertram, hundido por la desilusión, aceptó ambas propuestas, sin darse cuenta de la codiciosa expresión que cruzó la cara de ella… Por supuesto que Aalis había reconocido el paraje que la espada invocaba, antes incluso de oír todas las pistas que le daba el texto. El camino por encima del espino llevaba hasta la charca de brea. Su madre solía  frecuentarla y así se lo enseñó a ella. Cada día, tras poner a cocer la primera hornada, se internaba por el pequeño bosque tras las murallas y ascendía por un camino corto pero escarpado que arrancaba oculto tras unas matas de hiedra espinosa que nadie osaba tocar; allí recogía una orza del agua pestilente que estaba bajo la primera capa espesa y que era, al parecer, el único remedio para aliviar los males paternos.

La chica, con la determinación de quien lleva mucho sufrido y la fuerza de quien lleva mucho amasado, echo un ultimo vistazo al joven y, sin dudarlo, hundió el lustroso filo directamente en garganta del caballero, allí donde la cota de malla y su inocencia no le protegían. Bertram duró vivo lo que tardó en exhalar medio suspiro; Aalis no tenía tiempo para lentas agonías ni velatorios. Antes de que su cuerpo estuviera rígido lo recogió tras el mostrador, apiló encima algunos sacos y removió la tierra batida del suelo para disimular la sangre. Aunque sería imposible disimular el olor, no esperaba visitas y su padre hacía años que tenía el olfato embotado. Salió y registró el caballo; encontró la copa en uno de los fardos.  Escondió el animal en la parte trasera de la vivienda, mientras se aseguraba de que nadie la viera para no despertar sospechas.
Lo cierto es que todo estaba resultando sencillo. Quizás un plan más elaborado le hubiera planteado alguna duda moral pero, con este vertiginoso giro de su suerte, su cabeza estaba funcionando rauda y sagaz, sin arrepentimientos que la cuestionaran.
Al día siguiente tendría que levantare a la hora habitual. Encender el horno. Preparar la masa… Y, cuando el día despuntara, poner rumbo a la laguna como hacía habitualmente aunque, esta vez, sería para no volver.
Y así lo hizo, con la salvedad de que el sueño no vino a acompañarla. Las imágenes de un futuro nuevo, emocionante y mejor bailaron en su cabeza. Y con ellas aún frescas, subió el camino por encima del espino, clavo en su dedo la espada hasta que una gota cayó en la copa, la llenó del líquido de la charca y bebió sin conocer que las espadas son armas de doble filo y que la leyenda de esta continuaba…

«Tal es el poder de este conjuro que quien lo resuelva logrará lo que nunca tuvo ninguno.

Pero ha de aquel que no supiere que quién con hierro mata, a fuego muere.

Pues aquellos que guarden en su pecho un corazón oscuro, invocarán ese mismo futuro».

 

Hombres de uniforme corrían con sus fusiles, huyendo de la metralla, caían bombas del cielo y el suelo era un caos de sangre, polvo y cenizas.

¡Déjela doctor! No se puede hacer nada por ella. Parece agonizar, pero no podemos ayudarla… Desgraciada su suerte que la ha traído precisamente en este día a Normandía.

04.09.2015

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Por lo visto, estando yo de vacaciones, se me ha instalado una inquilina en casa… Como podréis imaginar, tiene más de dos patas y pertenece a una especie aborrecible: las cucarachas.

 

Nunca he sido ni maniática ni miedosa por lo que a tal bicho respecta; como son más pequeñas que yo, no me siento intimidada por ellas, ni me acabo de creer tanta leyenda urbana que por ahí se cuenta: que si son alienígenas, que si sobrevivirán al ser humano, que su diseño anatómico es perfecto (siendo, como son, tan feas), que acabaron con los dinosaurios, que si están psíquicamente conectadas a la Empresa Municipal de la Vivienda…

 

Pero no me caen -a diferencia de las arañas- nada simpáticas y, por supuesto, no estoy dispuesta a compartir vivienda con ninguna de ellas. Así es que cuando me he cruzado a alguna, no he dudado en coger la zapatilla y ponerla mirando más allá de Cuenca.

 

Por eso cuando el otro día mi visión periférica captó un movimiento rastrero inesperado por la izquierda, pegué un respingo y activé el modo depredador de la pradera…

 

Lo curioso es cómo se desarrollaron los acontecimientos que ahora revivo a cámara lenta: la detecto por el rabillo del ojo, giro la cabeza, ella siente mi mirada en su nuca se para y se da la vuelta, nos miramos sin movernos durante una décima de segundo y comienza la carrera; ella por buscar cobijo, yo buscando un buen zapato con que aplastarle la cabeza. En estas que del puro nervio que invadió sus patas, se resbala en la tarima, tropieza y queda panza arriba pataleando y expuesta a mi suela. Y ahorrándonos los detalles de tripas despanzurradas en la madera, os diré que ganó la suela.

 

Pero observad como, la muy puñetera, casi logra apelar a mi compasión y que me apiadara de ella. A lo tonto a lo tonto, ha logrado apropiarse del artículo de hoy y que su historia trascienda. Al final van a ser verdad las leyendas!!

 

Buenos días

23.04.2013

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Llega el valiente caballero a lomos de su blanco corcel al pueblo atemorizado por el dragón al que están a punto de sacrificar a la dulce y rubia princesa… mata al dragón, libera a la bella, convierte en creyente al pueblo y logra fama internacional, convirtiéndose en Santo Patrón de Inglaterra, Georgia, Etiopía, Bulgaria, Tombuctú, Portugal, Aragón, Cataluña, Cáceres y los Scouts…

23 de abril y San Jorge, una de las historias de la “Leyenda Dorada” origen de todos los cuentos de hadas sobre princesas y dragones en Occidente… Pues qué queréis que os diga, el papel de la lánguida princesa condenada que aguarda su destino nunca me ha salido (aunque reconozco que a veces me hubiera sido útil saber adoptarlo); el del valiente rescatador que derrota al malo malísimo sin que se le mueva el peluquín ya lo veo más jugoso, pero es que de los cuentos de príncipes azules me estoy quitando: les sobra laca y les falta morbo… Pero es que, además, anatómicamente ya he tomado partido por el tercero en discordia: el ser mitológico y poderoso que puede volar y cuyo mayor pecado es echar fuego por la boca, ¡Como que no hay otros que lanzan cosas peores por ella! Al menos el dragón lo lleva en su naturaleza ¡!

El caso es que este es un ejemplo más del poder de los libros, que hoy también celebran su día. Para mí, siempre han sido la ventana a todas las vidas que nunca llevaré, pero no pienso caer en la moralina de recomendar su uso: nunca he estado a favor de fomentar la lectura, me parece tan absurdo como fomentar el sexo; es una fantástica forma de disfrutar que está ahí, al alcance de cualquiera; pero el que no lo quiera… ¡pues que no lea! Aunque si habéis llegado hasta aquí… Buenos días!!

16.04.2013

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Parece que la Odisea de Odiseo acabó hoy. Un 16 de abril de hace 3191 años un eclipse solar marcó el regreso del famoso rey a Ítaca, a su hogar. Y uno piensa: pobre hombre, se pasó 10 años batiéndose el cobre en la Guerra de Troya y otros 10 para volver pero… ¡qué narices! Pobre Penélope en todo caso, que éste era de los que se iban a comprar tabaco… a Cuba; porque lo menos que se puede esperar después de pasar por tanto puerto de camino a casa es que el tipo se quede ¿no? ¡Pues no se quedó! El muy pieza se largó otra vez en pos de nuevas aventuras (también literales). Pero no hay quién le culpe, ¿Cómo puede uno sentarse en un banco del parque a echar de comer a las palomas si has visto a esas palomas volar sobre el país de los Cicones, los Lotófagos, los Lestrigones, la isla de Eolo y la de Circe?. Sólo digo que quizá se le fue la mano a Homero con el énfasis en el periplo del retorno cuando, por lo que parece, Ulises tenía la conocida enfermedad de los ojos del Guadiana y regresaba por el puro placer de marcharse otra vez ¡!

Pero vaya usted a saber, que con estos héroes todo son dimes y diretes y no puedes estar seguro de dónde comienza la historia, sigue la leyenda y termina por tener más cuento que Calleja.

Martes. San Magnus, Día Mundial de la Voz y cumpleaños del LDS. Ah! Pues eso explica muchas cosas…Cuidado con las celebraciones, que el tal Magnus parece peligroso. Buenos días!!

11.02.2013

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Nace una nueva semana y, además, celebramos el nacimiento del país del sol naciente… Un 11 de febrero como hoy, 2673 años atrás, el día de año nuevo del año Kanototori, Jimmu ascendió al trono en el Palacio Kashihara e inició su reinado como primer emperador del Japón. “Y reinó y reinó, hasta que 127 años cumplió…” que nadie sabe qué parte es historia y cual leyenda, pues parecen excesivas su hazañas, su longevidad y su árbol genealógico en el que figuran nada menos que dos deidades: la del sol y la del mar ¡! Legendario. Éste sí que era legendario.

Para los que moramos en poniente y no somos hijos ni de un dios menor, no hay más legendario que el que se bebe y nos quedamos sin celebrar nuestro día nacional, pero no sin celebrar el milagro del nuevo día, que para eso es lunes y Nuestra Señora de Lourdes. Buenos días!!

29.11.2012

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Todos lo hemos soñado alguna vez: ese país mitológico donde no es necesario trabajar, donde los ríos son de vino y leche, las montañas de queso y lechones asados penden de los árboles… Brueghel el Viejo llegó a pintarla: la tierra de Jauja. Pues resulta que existe!! La fundó Pizarro en 1534 y, un día como hoy de ese mismo año, se trasladó a su emplazamiento definitivo: está en Perú y actualmente, cuenta con casi 30.000 jaujinos censados que -aunque nadan en ríos de simple agua y suben montañas de tierra y piedra como todos- no tienen porqué trabajar ya que tienen un calendario con fiestas patronales y barriales para todos los días del año. Lo malo es que sin lechones gratuitos que llevarse a la boca, a los pobres jaujinos les toca currar en festivo día sí, día también.

Ese país de leyenda donde cualquier deseo es inmediatamente gratificado sigue quedando en el mapa de la irrealidad. Quizá lo andaba buscando Richard Evelyn Byrd cuando, el 29 de noviembre de 1929 fue la primera persona en sobrevolar el polo sur, pero ya sería irónico que tan onírica intención le hubiera llevado, literalmente, al culo del mundo…

¿Encontraremos alguno nuestra propia Jauja? Podemos consolarnos pensando que lo importante, como en otras búsquedas, es el camino; así es que feliz camino. Y buenos días..

12.11.2012

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Hoy podría ser el día no del agua, si no de las cosas que están en ella -visto que el líquido elemento tiene por estos lares tantos detractores que dicen bañarse en gin-tonic-. Y es que hoy, además de cumplir 76 añitos el Puente sobre la Bahía de San Francisco que, en ese momento , fue el más largo del mundo y, en este momento, sigue conservando una silueta espectacular, también cumple años la primera fotografía tomada al monstruo del Lago Ness. Parece que fue un robado y no un posado porque al animalito no le gustan los retratos y a pesar de las hordas de periodistas y criptozoologos que lo han intentado, una foto así tipo póster, como las del puente, no la hay. Quizá gracias a eso aún mantiene el estatus de misterio y leyenda, lo que le sería imposible si fuera -como otros- semana sí, semana no portada del National Geografic… Ni para soñadores ni para vendedores de llaveros puede la lógica vencer al mito, que de algo hay que vivir.

Y esto nos lleva a la tercera y última cosa hoy que está sobre el agua, aunque poquito: tan solo 5 metros por encima está Tuvalu, el país-isla que hoy celebra su Día del Príncipe de Gales y que se gana la vida vendiendo dominios web terminados en .tv. Mientras Nessi se quede en Escocia y no dé un coletazo cerca de los atolones, la cosa no anda tan mal.

Lunes, 12 de noviembre. San Josafat ¿mande? San Josafat ¿De éstos hay fotos o son también una leyenda? Buenos días…