palabras

02.09.2016

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Y así, sin más ruido que el de cuatro gotas de lluvia que han sonado poco pero dicho bastante, ha llegado septiembre.

 

Viene, como siempre, con la amenaza velada de traer el otoño entre sus pliegues. Y me ha cogido por sorpresa, a pesar de tenerlo vigilado, a pesar de usar el calendario como una herramienta de trabajo.

 

Pero suele pasarme. Conservo intacta la ilusión veraniega porque la vuelta me ha dejado en el punto de partida aunque en el lado más vacío del reloj de arena, con el estío escapándose grano a grano. Total, cambio de año emocional pero por lo visto no cambio nada más…

 

A ver, que el agua fluye y mi vida también es uno de esos ríos que van a dar al mar -que diría el poeta- y tal. Y los cambios se van produciendo, por supuesto, pero con su propia cadencia, sin coincidir necesariamente con el calendario escolar.

 

Así, ayer sentía cómo el engranaje de la cotidianeidad me atrapaba sin escapatoria. Vuelvo a ir a nadar. Vuelvo a atar los devaneos mentales con cuerda corta. Vuelvo a caer en mis propias marañas. Vuelvo a desear pecar. Vuelvo a subir, vuelvo a bajar. Vuelvo a una vida que no es rutinaria pero me lo parece por ser conocida, por ser la mía.

 

Una vez más necesito escribir y dejar en puntos suspensivos lo que no quiero hacer verbo, porque -en realidad, casi siempre- pocas palabras no bastan y, como estamos a principio de curso, me doy el lujo de dilapidarlas…

 

Viernes… pero septiembre. Buenos días!

15.10.2015

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Una cosa voy a decir hoy: harpagofito

Renuncio. Definitivamente tengo las conexiones neuronales hechas cisco y, cuando estoy en pleno acto de meditación urbanita (jugando al Candy Crush) se me viene una palabra imparable a la mente. Me ha vuelto a pasar. Así es que renuncio. Si viene, por algo será. Investigo de qué se trata, os meto la chapa y ya se irá. Con un poco de suerte al final del año, sumándolas todas, lograremos descifrar el mensaje que el oráculo nos quiera contar.

Pues eso. Que esta vez la dichosa palabra ha sido esa: harpagofito. Me voy a la Wikipedia a consultar y el resultado es de traca: planta de la familia de las nosecuál que procede del sur de África y es conocida como garra del diablo; indicada para la artrosis y las flatulencias y ligeramente antiinflamatoria, siempre que se administre por vía intraperitoneal (¡!)

¿En serio? Que no quiero pensar mal pero ¿Qué otra lectura puede hacerse? Porque sospecho yo que esta vez mi subconsciente me está mandando ‘a tomar por culo’ así, tal cual. Eso sí, con paliativos no se me vaya a inflamar!!

Va a ser que algo le he hecho. Quizás es porque le tengo con el armario en una estación que está pasada ya y las neuronas congeladas o porque la otra noche le tuve hasta las tantas buceando en mis memorias y no tiene paciencia para tanto fantasma. Eso es. Seguro. Es una venganza. Y algo de razón no le falta. Así es que nada, harpagofito a demanda!

Jueves. Sugerís alguna otra planta? Buenos días!

07.10.2015

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Probablemente, si viviera en Tarifa o en Lanzarote no pensaría lo mismo pero, desde un Madrid dónde viene de tiempo en tiempo, me gusta el viento.

 

Bien es verdad que te deja los pelos cual niña del Exorcista y que te obliga a llevar gafas porque los ojos se llenan de arena y otras sustancias sin clasificar, pero siempre me ha dado la impresión de que te hincha el espíritu además de la falda y que abre un camino por el que la mente tiende a volar. Y a la mía con cualquier pequeña excusa le basta, quizá porque…

 

Lo mío son las rachas de viento que te levantan el vuelo de la falda y una sonrisa. Los trenes que se deslizan entre los pensamientos líquidos de la noche. El plasma de luces blancas y rojas que transportan el monóxido de carbono al asfalto. Lo mío es dejar ir la vista por ese río.

 

Los atardeceres templados. Los últimos rayos de sol que arrancan reflejos dorados. Una mañana de primavera en el campo; una tarde de otoño paseando.

 

Y perderme en ritmos que retumban allá lejos, que viajan hasta mi estomago según entran por las orejas. Y hacer una historia con palabras que vuelan; cargada siempre de un cazamariposas para recogerlas.

 

Lo mío siempre ha sido disfrutar con la vista, con el oído, con el tacto… con todos los sentidos. A veces incluso con los sinsentidos. Porque parte de lo que me rodea son engranajes que no acaban de ajustarse. Piezas de una mecánica disonante; que cumplen a pesar de ello su misión en esa función que es vivir; vivir de esta manera.

 

La noche y el día. El pensamiento y la acción. El dulce y la sal. Volar y nadar. La guerra y la paz. Pasar corriendo y sentarse a observar. Lo mío, que me lío, siempre han sido los contrastes. Y con eso me voy a quedar.

 

Para el viento, vuelve el sol. El sol también me gusta. Buenos días!

03.06.2015

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Igual que -como ya he confesado por aquí- me pasa a temporadas que me levanto con una canción entre ceja y ceja, otras temporadas me levanto con palabras que me aletean por la cabeza.

 

Suelen ser vocablos resonantes y hasta rimbombantes que no guardan relación alguna con nada que me haya sucedido durante el día. O nada, al menos, de lo que yo tenga constancia.

 

Palabras que en ocasiones ni siquiera sitúo en el mapa; como Pernambuco. Que me despiertan la curiosidad. Que estoy deseando materializar. Pero… Cuándo Pernambuco puede una meter semejante palabra en una conversación normal??

 

El caso es que creo que mi sueño o mi mente o mi espíritu imperecedero todo lo más, algo me querrán hacer notar. Así es que me pongo a investigar…

 

Y me dice la Wikipedia -que digo yo que será verdad- que es un estado de Brasil, o el antiguo nombre de una ciudad de allí o el sobrenombre de la Caesalpinia echinata, una planta de aquella zona. Pero eso no me cuadra, así es que navego un poco más allá de los límites de la santa webciclopedia y me encuentro que Pernambuco es también uno de los lugares que Mortadelo y Filemón elegían para escapar de sus trastadas y que en España lo usamos, además, para señalar un punto muy alejado en el mapa… Una especie de antípodas ficticias que existen en realidad.

 

Acabáramos! Ya está!! Lo que me dice mi mente es que debo escapar… No sabía que se tomaba tan a pecho el puente que empieza mañana. Así es que nada, feliz y largo fin de semana. El que me quiera encontrar ya sabe dónde Pernambuco me puede buscar. Buenos días!!

26.05.2015

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Ayer tenía tantas palabras al filo de la lengua que se me quedaron ahí. Al final me pudieron el cansancio y las obligaciones. Porque este lunes ha sido -oficial y oficiosamente, además- el de la resaca. Resaca electoral y resaca particular que no me ha quedado más remedio que dejar aplazada… Me las ingenio como nadie para enlazar eventos y acontecimientos de tal manera que apenas me queda tiempo para convertirlos en recuerdos que saborear.

 

Así el viernes se me fue de las manos rodando por la oscura noche, el sábado se me fueron las fuerzas entre bolas, plumas y pelucas y el domingo lo di todo por este invento que ya no nos es tan nuevo de la democracia.

 

Lo gracioso es que son los mismos pies los que toman tantas veces esos caminos tan diferentes… Un día hacen la ruta del adolescente que vuelve a casa al desamparo de la luz del día por unas calles que están todavía sin estrenar, con la melena apuntando al este de la península y con un cordón desabrochado y chivato balanceándose bota-abajo. Y otro día hacen la del adulto responsable que madruga, desayuna, se lava con agua fría la legaña y se olvida de las cañas en domingo para trabajar lo que no está en los escritos.

 

Los pies -y los instintos- son los mismos. Y el aspecto es parecido. Pero algo en tus maneras te debe delatar que ni miras (ni te miran) igual cuando hueles a noche que cuando atufas a acabar de madrugar.

 

Pueden parecer sutilezas perceptivas sin mayor importancia, pero a la hora de la verdad, esos son los recuerdos que te quedan en el paladar: el de un portal ajeno en el que tú ni siquiera estabas, un cariño compartido que se hace boa de coloridas plumas y una fotografía en seis colores frente a una urna. Debe ser que a mí me gustan más las diferencias que las sutilezas.

 

Martes. Buenos días.

22.04.2015

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Cuando los libros van en contra de su propia naturaleza y son de Cuentas y no de letras, se corrompe su esencia de tal manera que en lugar de suponerme un entretenimiento singular, me producen un estrés muy difícil de llevar… Pero no hay quien le haga entender eso al Registro Mercantil (de igual manera que no comprenden que no existe el verbo “recepcionar”).

 

Por eso hoy mis palabras se han quedado presas entre tanto número que tiende a bailar. Menos mal que a veces la suerte te regala palabras ajenas que relatan sentimientos propios y hoy me ha sucedido justo eso: La Oreja Verde de Gianni Rodari ha llegado a mí por casualidad para poner en verso algo que sólo era un pensamiento vago. Con él os voy a dejar…

 

Un día, en el Expreso Soria Monteverde,
Vi subir a un hombre con una oreja verde.
Ya joven no era, sino maduro parecía,
salvo, la oreja que verde seguía.
Me cambié de sitio para estar a su lado
y observar el fenómeno bien mirado.
Le dije: Señor, Usted, tiene ya cierta edad,
Dígame, esa oreja verde, ¿le es de alguna utilidad?
Me contestó amablemente: yo ya soy persona vieja,
Pues de joven sólo tengo esta oreja.
Es una oreja de niño, que me sirve para oír
cosas que los adultos nunca se paran a sentir:
Oigo lo que los árboles dicen, los pájaros que cantan,
las piedras, los ríos y las nubes que pasan,
oigo también a los niños, cuando cuentan cosas
que a una oreja madura, parecerían misteriosas.

Así habló el señor de la oreja verde
Aquel día, en el Expreso Soria Monteverde.

Gianni Rodari

 

Miércoles. Cómo va vuestra audición extrasensorial? Buenos días!

20.04.2015

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¿No os ha pasado nunca que el mundo a vuestro alrededor se vuelve recurrente?

Ya no hablo solamente de números que se repiten como en un libro de conspiraciones, ni de esas palabras que no utilizas habitualmente -como monolito- y de repente se te aparecen hasta en las letras de las sopa (además de en las sopas de letras, si las hiciese), ni del típico día tonto que te da por ver la tele y te cascan dos películas seguidas de Morgan Freeman ¡Coño, que pensé que se había muerto el pobre hombre! (ya me he dado cuenta de que lo de Morgan Freeman es para hacer un estudio aparte, porque de tanto hacer de Dios se ha vuelto omnipresente…).

Pues resulta que no sólo esas minucias se repiten, si no que hay otras cuestiones de mayor calado que también tienen tendencia al tropel… Amores contrariados que te entristecen, gestos de aprecio que te reconfortan y decepciones, también conocidas como puñaladas. Los puñales, a veces, llueven. Como si fueras un alfiletero o llevaras una diana pintada en la espalda. Como si la esgrima esgrimida contra tu trasero fuera deporte nacional entre los que te conocen y crees que te quieren. Como si el sentirse traicionada fuera una herida que se reblandece pero nunca acabara de cicatrizar…

Y ya sé que la lealtad es una palabra en desuso y que no tiende a aparecerse en las letras de ninguna sopa, pero -a Morgan Freeman pongo por testigo- que me encantaría que así fuese porque, por definición, la lealtad entre amigos sólo existe cuando se da, no cuando se pide.

Lunes y 20 de abril. Que ironía, el día que escribieron la carta los Celtas.  Buenos días!

12.03.2015

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Bien sabéis los que me habéis oído hablar alguna vez y hasta los que me leéis, que no soy yo persona delicada en esto de materializar mis pensamientos, que intercalo sin sonrojo y con poco miramiento palabras de un lado u otro del diccionario: un vocabulario más o menos biensonante con algún que otro taco.

Y no lo escondo ni pido perdón por ello, como algunos que se precian de no decirlos y, en un cabreo, te sueltan un ‘hostia’ con tal saña que te dejan tiritando. Por el contrario, me parece que unos cuantos tacos bien dichos -con gracia y moderación- suponen tanto un refuerzo de la comunicación como un desahogo para la lengua.

Ahora bien, de ahí al uso que dan algunos a las palabras de dos rombos hay un abismo… El otro día escuché involuntariamente dos conversaciones telefónicas de un muchacho que me dejaron el oído supurando: a la primera interlocutora le calzó un ‘zorra’ por todo saludo y al segundo no paró de llamarle -en plan colegueo- ‘hijoputa’ y ‘cabrón’. Que más que con un amigo parecía que hablaba con cualquier político (a los que hoy en día se excusa llamarles de todo). El chaval se creería posiblemente muy moderno y muy enrollado, pero a cualquiera medio sensato nos pareció un garrulo de campeonato.

Y es que, puestos a tirar de diccionario, aunque sea para decir tacos, habrá que hacerlo con mediana precisión, no siendo que -por querer hacer la gracia- nos suelten un hostión.

Puñeteros jueves..  Buenos días!

10.03.2015

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Según la paradoja de Fermi, si hay tantas civilizaciones en el universo, tanta vida inteligente en la galaxia, es contradictorio que no se comuniquen con nosotros.

 

Esto lo formuló el tal Fermi -a la sazón científico nuclear- mientras charlaba en el comedor con unos colegas con la muy elaborada y sintética sintaxis: ¿dónde están?

 

El gran silencio.

 

Y para explicar el gran silencio hay un río de teorías con mayor o menor rigor científico que van desde la inexistencia de extraterrestres hasta un complot interestelar para no decirnos ni mu.

 

Pero ninguna acierta.

 

El gran silencio está, en realidad, en nuestro planeta. Yo lo he visto.

 

El gran silencio es tener a una persona delante, hablar, y aún así no comunicarte.

 

El gran silencio está lleno de palabras que se hacen serpiente: se retuercen, envenenan y resbalan.

 

Es a la vez un escudo y una bala. Un proyectil que desgarra la propia carne y la carne ajena. Una perturbación en la dimensión del universo que crea vidas paralelas. Distorsiona la historia y arrasa con las certezas.

 

El gran silencio es un adversario taimado -todo humo, soledad y cervezas- que paraliza los músculos del cariño y deja los cuerpos rígidos, incapaces de buscarse para romper su barrera. Es un dardo en la lengua, que le amputa a ésta su parte buena.

 

El gran silencio trae los gritos y la guerra. En un bar con poca gente o en una plaza semi desierta. Comparte sustancia con las penas: que no matan, pero ayudan a no dormir…

 

Lo que ni el señor Fermi ni yo sabemos es si tiene escapatoria su paradoja. Si hay una puerta trasera que nos evite tanta batalla queda. Si existe la palabra mágica que anule tanta ausencia. Si ponerle un nombre, todas estas letras y dejarlo a la deriva en una botella es conjuro para que la comunicación vuelva.

 

Si el gran silencio tiene cura y si vamos a buscarla siquiera. Buenos días.

14.01.2015

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Desde pequeñita tengo cierta tendencia a coleccionar. Esto es, acumular una serie de objetos de similar naturaleza contenidos en un mismo espacio físico -generalmente una caja- que sólo se abría  para incorporar un nuevo elemento a la colección, instante en el que aprovechaba para deleitarme con su contenido, pronunciar las palabras en modo Golum ‘mi tesoro’ y volverla a cerrar hasta la siguiente novedad.

 

Probé con llaveros y postales durante una larga temporada, con entradas a teatros y conciertos y hasta de invitaciones de boda tengo llenita otra caja. Pero al final todo empacha.

 

Mi mayor colección, a decir verdad, está formada por objetos variopintos que -en su momento- llevaban asociada alguna historia personal detrás: piedras, flores secas, servilletas, alguna pluma, el envoltorio de un caramelo, una carta de la baraja, un trozo de tela, una vela medio usada… Cosas muy simbólicas cuando recordaba la aventura que llevaban aparejada pero que, con el correr de los años han ido quedando olvidadas, de tal manera que lo que tengo ahora son varias cajitas llenas de guarradas… Pero soy incapaz de tirarlas.

 

A mejor vida han pasado ya otras colecciones que me labré con el duro esfuerzo de la paciencia y el pirateo: películas, discos… Hasta muchos de mis preciados libros han acabado relegados a la casa del pueblo. Ahora todo queda reducido a megabytes en el disco duro, archivos que suben y bajan al ritmo de mis presentes anhelos. Es duro al principio, pero ganas espacio y pierdes peso (aunque sea en el piso y no en el cuerpo).

 

Ahora mi espíritu de coleccionista atesora otro tipo de objetos: recuerdos, momentos, palabras… Y este blog se nutre de ellos. Miércoles. Buenos días!