verde

06.03.2015

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Ya llega la primavera

No lo sé porque note mi sangre alterada ni porque los almendros empiecen a pasar del blanco al verde. La señal más evidente -al margen del consabido anticipo que nos hacen los grandes almacenes- es que la alegría viene de la mano de su anagrama: la alergia. Los picores se empiezan a esconder por entre mis cuerdas vocales recordándome que el polen no solo es esa sustancia que hace nacer las flores.

Pero no voy a presumir de cínica, el cambio de estación también me hace vibrar otras cuerdas: antes de ayer sufrí un deseo incontrolable de sacar a pasear al perro. Hasta que me di cuenta de que yo perro no tengo… pero no me dejé arredrar por eso: me armé de chaqueta deportiva, zapatillas, braga polar y miguitas de pan y me bajé al río a pasear, a ver si se me acercaban las palomas y podía poner alguna estofada para cenar (nada; las muy espabiladas se las saben todas y casi me estofan a mi).

El caso es que estas tardes que tengo tiempo -y el tiempo empieza a virar a mejor- he decidido practicar el deporte tradicional de los ancianos -me refiero a pasear, no a mirar obras- porque, la verdad, dejar ir los pies con el rumbo sin acabar de trazar me encanta. Especialmente cuando además puedes llevar música en las orejas, ideas en la cabeza y tienes un salvoconducto vulgarmente conocido como teléfono móvil y otro en forma de abono transporte por si los pies se te van de más.

Sí. La pátina de cinismo se resquebraja cuando sigues encandilada por tu propia ciudad, cuando caminas con paso musical al son de lo que escuchas, cuando levantas la vista para apreciar una balconada y en ese instante encienden la iluminación de la fachada. He de reconocer que la sonrisa que me baila en la cara es de lo más primaveral.

Viernes. Feliz fin de semana. Y buenos días!!

27.01.2015

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Mi madre es maravillosa. Eso lo sabe todo el que la conozca. Pero hay que reconocer, que también tiene sus cosas…

Me refiero, particularmente, al modo en que hace la compra. No es que sea una compradora compulsiva, si no más bien impulsiva y quizá algo repetitiva. Hace tiempo, por ejemplo, debió detectar que se le estaba acabando el lavavajillas y su cerebro lo memorizó de tal manera que cada vez que iba al súper, lo compraba; hasta que llegó a acumular unos 25 botes de fairy en casa. Lo mismo sucedió otra temporada con los recambios de fregona, y otra con las bayetas… Le entraba la duda y, por si acaso, echaba una más a la cesta.

Pero la campanada la dio hace poco por el lado menos pensado: el enjuague bucal. Un buen día vio una estupenda oferta de Listerine y no se lo anduvo pensando; arreó con nada menos que tres frascos de litro cada uno: uno para su casa, otro para la mía y otro para ir rellenando ¡Tres litros de colutorio para dos tristes bocas! Pero si a mí me dura meses el bote pequeño!! Pues nada. Ya tenemos el plan quinquenal cubierto; como los rusos, pero para echarnos al coleto.

Lo cojonudo es que ahora va y me dice que en realidad a ella no le hace mucha gracia el Listerine, que ha descubierto que lo mejor es lo más simple, el enjuague bucal casero: agua con bicarbonato y, si hay llagas, con agua oxigenada ¡Maravilloso! Esto me deja a mí con más reservas de colutorio que Irak de petróleo. Así es que si un día de estos alguien detecta que dejo un ligero tufo mentolado, no me lo tenga en cuenta, es que voy a lavarme la melena con frescor verde menta!

Martes… La madre del cordero!! (Y la mía!) Muy buenos días…

21.01.2015

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Por cachondearme de los días oficialmente mustios, he llegado a la mitad de la semana en severa recesión mental…

Me siento mal.

Hecha una alcachofa en todos los sentidos, excepto en su verde colorido.
Aunque sea el día X de la semana, del sexo sólo me queda hoy lo del centro: sin la s y sin la o.

Sólo puedo pensar en las mil maneras de cocinar los dos kilos de acelgas que tengo en la nevera (malditas sean las ofertas). Y lo que fue una tormenta de ideas se ha convertido en ruido.

[Ruido mentiroso,
Ruido entrometido,
Ruido escandaloso.
Silencioso ruido]

El sonido de una caverna que campa en mi oído derecho. Y una turbina en sordina en el izquierdo.

Tengo catarro en los pabellones auditivos (lo que viene a ser los mocos a modo de pendientes) y es tan asqueroso de sufrir como de contar.
Porque la gente más tradicional se suena las narices, pero yo las orejas no me las puedo sonar!!!

Ay! Ay! Ay de mí, que no me quiero quejar… pero la invasión viral no me deja sitio en las letras para nada más!
Me siento fatal (con tres aes al final) y ni siquiera puedo llorar porque los ojos ya me lloran solos sin poderlo remediar.
Ahora sé para qué sirven las ojeras: para desaguar.

Hasta la espalda la tengo encharcada de penas: me pica en el sitio exacto donde no me puedo rascar. En el ángulo muerto de mi trasera. El envés de esta alcachofa apática.

Los buenos días en estos días son jodidos de solemnidad (y no los puedo desear más).

29.09.2014

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A riesgo de que me toméis a chufla, tengo que confesar que tengo muy mala suerte con los plátanos últimamente. Los compro duros, verdes y lustrosos y aparecen al día siguiente blandurrios y amarillos. Lo que suele decirse hechos un higo.

En mi caso, el plátano -o banana, según me venga en gana- es más obligación que devoción: tengo que comerlos habitualmente para nadar, porque evitan los tirones musculares. La cosa es que sólo me gustan los verdes o al menos lo que aún están duros; así es que me esmero en elegirlos uno a uno para que estén en el justo punto que me convienen… Bueno, pues llevo una racha que no hay manera: los compre donde los compre, lo que hoy es verde como la primavera, mañana es amarillo cual pollito. Y claro, no soy capaz de comérmelo (porque me da como asco), pero tampoco soy capaz de tirarlo!! Y así, mediante este sistema, ya he almacenado cinco plátanos en la nevera ¡!

Ante tal acumulación de piezas de fruta en dudosa situación he echado mano del recurso habilitado para estos casos y he buscado en google cómo gastarlos. Si todo va bien, ya os contaré la semana que viene qué tal estaban las natillas de plátano, las empanadillas, el batido, el puding y las otras 502 recetas que he encontrado. En la vida pensé que se pudieran hacer tantas cosas con un plátano… aunque estuviera pasado!!

Buenos días de lunes frescos, que este año San Miguel no trae el veranillo puesto.

24.03.2014

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Vaya por delante que con Einstein no voy a discutir; pero al pasar de los tiempos, he desarrollado mi propia teoría de la relatividad que engloba muchos campos y que ya hemos tocado aquí en alguna ocasión. Hoy vuelvo a ella pero sólo en su vertiente cromática, esto es, los colores son relativos. No la percepción que tenemos de ellos, que también (el famoso chiste de la gama de colores que percibe el hombre y los que percibe la mujer) si no lo que éstos suponen en el estado de las cosas.

Me explico, el mismo rojo que hace apetecible un tomate, es mal asunto en una herida, el gris que parece elegante en un traje, es odioso cuando aparece en las raíces del pelo… Pues con el verde pasa exactamente lo mismo: con lo bonitos que son los prados verdes, los arboles verdes, los plátanos verdes y los ojos verdes, qué horroroso resulta el cemento verde (y los viejos verdes, pero de esos hoy no hablamos) ¡Por Dios! Y no hay manera; el patio de mi casa, además de particular, es verde. El cemento del suelo, a poco que caen cuatro gotas, se tiñe de esa subespecie entre el moho y el liquen que en mi familia llamamos ‘verdín’. Y, si sólo fuera una cuestión de color, quizá iría a alguna terapia que me convenciera de que los patios verdes son la bomba, pero es que el muy puñetero, además, resbala.

Desgraciadamente, combatir contra un color que resbala no es tan fácil: es inmune al cepillo de barrer y la mayoría de productos no pueden con él. Sólo consigues vencerlo con los 110 bares de presión de una kärcher; pero pasarla centímetro a centímetro sobre 140 metros cuadrados tiene sus consecuencias (similares a las del uso continuado de un martillo neumático). Así es que si hoy os digo que siento vibraciones extrañas, no penséis en energías telúricas ni fantasmas; es que -literalmente- yo vibro de forma extraña.

Lunes. Bu-bu-e-e-e-nos d-días!!¡!!

10.01.2014

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Será probablemente fruto de los excesos cometidos en las fiestas pasadas (aunque tampoco recuerdo yo algo tan pantagruélico), pero llevo toda la semana con el estómago revuelto. Ayer me levanté con sabores que no eran míos en la boca: me repetía intensamente un besugo al horno sobre lecho de tomates y patatas panadera cuando el día anterior comí pollo!! Es como si mi tracto digestivo dijera eso de ‘por mí y por todos mis compañeros’ y me estuviera castigando por asados y tartas tanto propios como ajenos. Raro, pero cierto.

El caso es que el cuerpo me pide verde: me pongo contentísima ante un plato de brócoli o una lechuga sin más complemento y, hasta los olores que en otras ocasiones me hubieran sido agradables, ahora me suponen un tormento. Ayer, por ejemplo, vino sobre las doce y media a la oficina un cliente que olía (mucho) a morcilla de Burgos. Era tan intenso que apestaban incluso sus documentos; creedme que no exagero, que Mati, mi compañera, en un rapto de inspiración, no los guardó en una carpeta si no en papel Albal… Pues en cualquier otra ocasión, esa invasión olfativa a la hora del cañeteo hubiera sido aplaudida con el retumbar alegre de nuestros estómagos hambrientos y sin embargo ayer eran arcadas lo que lo recibieron ¿Cómo puede ser eso?

San Viernes y San Nicanor. Vaya hombre! Mira que me gustan, pero nicanores hoy no!!! Buen fin de semana y buenos días…

13.06.2013

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Esta mañana he viajado con un geco hembra en el vagón. Al principio me había parecido simplemente una mujer vestida toda de verde, pero después de dos paradas he empezado a atar cabos: parece que ya comienza el calor y justo me encuentro a alguien con pantalón, camiseta, chaqueta, bolso, sandalias, uñas de los pies, uñas de las manos y cascos… ¡todo del mismo color verde! Y me diréis que es fácil de distinguir, evidentemente, por las pupilas verticales lobuladas, pero es que llevaba unas enormes gafas de sol negras (que no se ha quitado en todo el trayecto) ocultando sus ojos. Y entonces me diréis que es raro que fuera un geco, porque éstos son de hábitos nocturnos y es cierto, pero también está el Phelsuma Laticauda o geco diurno de Madagascar, que no le teme al día. La pena es que me he tenido que bajar del vagón sin poderle hacer la prueba concluyente: soltar una mosca y ver como lanzaba su lengua reptiloide para zampársela. ¡¡!! La próxima vez tengo que acordarme de llevar algún insecto en el bolso para estos avatares…

Jueves, 13 de junio y San Antonio, que no está demostrado que traiga los novios prometidos, pero sí que regala unos buenos pinchazos en la mano de los curiosos entrometidos. Suerte con las moscas, con los alfileres y buenos días!!